Sinopsis
La visita cristiana a los enfermos es mucho más que un gesto protocolar. En la tarde de la vida seremos examinados sobre el amor, de obras de amor. Entre estas obras, el evangelio recuerda la visita y el cuidado a los enfermos.
Hay agrupaciones que ejercen este apostolado con especial esmero: Legión de María, Renovación Carismática, etc. Personas laicas. Oran por los enfermos y con los enfermos. Les llevan la comunión, les preparan para bien morir.
También los difuntos son objeto de cuidado pastoral de los laicos y de las religiosas. La falta de sacerdotes obliga a que las exequias sean presididas por ellos. Las normas litúrgicas establecen dos criterios a seguir en estos casos:
el que preside las exequias goza de amplias facultades para la elección de ritos y textos, se favorece la máxima participación del pueblo en la celebración.
La fe cristiana no da teorías biológicas sobre la muerte, sí da el sentido último de esa realidad tremenda del morir y de la vida en el más allá. Dios fue aclarando, progresivamente, este sentido a la humanidad.
La Iglesia no celebra cualquier muerte, sino la muerte que termina en resurrección. El triunfo de Jesucristo sobre la muerte, es también triunfo del cristiano.
La fe no evade el dolor ni suprime las lágrimas ante las separaciones humanas. Les da sentido pascual: la vida triunfará sobre el pecado y sobre la muerte.
Las exequias, el sacramento de la Santa Unción, la comunión, no son gestos aislados, no son ritos mágicos: son expresión de fe y de vida. Quien vive en Cristo, muere y permanece en Cristo.
La Iglesia ora por los difuntos y por los que siguen peregrinando: son comunitarias sus oraciones. Las estampas y recordatorios ponen de manifiesto el sentido familiar y comunitario del morir cristiano.
Quien muere y resucita es una persona. Al difunto se le viste cuidadosamente dado el carácter festivo de la muerte, que es paso hacia una vida mejor. Se prohíben los túmulos y lienzos que simulan y no aclaran el sentido personal de las exequias.
En estas páginas, cónsonas con la liturgia oficial de la Iglesia, se facilita, sobre todo a los laicos y religiosas, la oración por los enfermos y difuntos.