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Carátula de Territorio, Independencia y Guerras.

Territorio, Independencia y Guerras.

Construcción de la Región Caldense

El impreso Territorio, Independencia y Guerras. ha sido registrado con el ISBN 978-958-98837-3-0 en la Agencia Colombiana del ISBN. Este impreso ha sido publicado por Academia Caldense de Historia en el año 2012 en la ciudad de Manizales, en Colombia.

Además de este registro, existen otros 4 libros publicados por la misma editorial. Se destacan: Viajeros por el Antiguo Caldas con participación de Albeiro Valencia Llano y Fabio Vélez Correa La Colina del Viento. De San Joaquín a Risaralda... escrito por Fabio Vélez Correa y La Región Caldense en los Conflictos Sociales del Siglo XIX con participación de Albeiro Valencia Llano y Fabio Velez Correa.

ISBN 13
978-958-98837-3-0
ISBN 10
958-98837-3-7
Tipo
Impreso
Fecha pub.
2012-12-05
Edición
1
Reimpresión
n/d
Idioma
Español
Materia
Educación. investigación. temas relacionados con la Historia
Palabras clave
n/d
Precio local
n/d
Formato
322 pgs.; 24 cms. x 17 cms; Tapa blanda o bolsillo;
Sinopsis
PRÓLOGO

Albeiro Valencia Llano

L
a presente obra reúne varios textos de viajeros, actores de la guerra de Independencia y de los conflictos del siglo XIX, que ayudan a entender la construcción de la región caldense. Los autores son dirigentes políticos, escritores, periodistas y protagonistas, que dejaron memorias sobre diferentes aspectos de la región:

• El escenario natural, la topografía, el clima y la vegetación. Descripción del geógrafo estadounidense James J. Parsons, en su obra La Colonización Antioqueña en el Occidente de Colombia.
• La guerra de Independencia, contada por el historiador José Manuel Restrepo en Diario de un Emigrante Patriota. Narra la difícil experiencia que vivió cuando el conflicto involucró la región de Armaviejo, Marmato, Supía y Quiebralomo, en 1816.
• El médico, escritor e historiador, Manuel Uribe Ángel, escribió Recuerdo de un Viaje de Medellín a Bogotá, en 1862, donde describe costumbres y dibuja el paisaje para “conservar la historia de un viaje cuyas condiciones peculiares dejarán bien pronto de existir”.
• El informe presentado por el Obispo Coadjutor Monseñor José Joaquín Isaza, en 1870, tiene varias virtudes: muestra la evangelización en una inmensa región, desde Aguadas hasta Neira pero, además, Monseñor es un excelente cronista de la vida cotidiana pues describe la historia de las parroquias visitadas, las fundaciones, los caminos, la economía, la población y las costumbres.
• Se incluyen varias páginas de la guerra civil de 1876-1877, recogidas en el periódico El Estado de Guerra, editado en Bogotá, donde se presenta la cotidianidad del conflicto y la crudeza de la guerra. También se “rescatan” algunos capítulos de la obra Artículos Políticos y Literarios, del escritor y periodista antioqueño Camilo A. Echeverri, quien muestra el ambiente de guerra y el conflicto tal como lo vivió y padeció.
• Se agrega una descripción del Departamento del Sur de Antioquia, hacia el año 1884; es una inmensa región que comprende las poblaciones de Arma, Aguadas, Pácora, Salamina, Filadelfia, Aranzazu, Neira, Manizales y Pensilvania, territorio que serviría de base para la formación de la región caldense. Este capítulo corresponde a la obra Geografía General del Estado de Antioquia en Colombia, de Manuel Uribe Ángel, publicado en París, en 1885.
• Se introduce una página de la Guerra de los Mil Días, escrita por el General Víctor Manuel Salazar. Tiene importancia porque recoge testimonios y vivencias sobre el conflicto, según el pensamiento de uno de los caudillos de dicha contienda militar. Aquí el General hace una semblanza sobre el dirigente político conservador, Aquilino Villegas.
• El último capítulo es un testimonio sobre la historia regional de Antioquia y Caldas, escrito por el intelectual Justiniano Macía Vélez. El autor hace una reconstrucción minuciosa de sus viajes, del paisaje, del recorrido por los caminos de herradura y de los pueblos.

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Estas lecturas nos llevan al testimonio directo de fenómenos ocurridos en este territorio, a lo largo del siglo XIX, y ayudan a entender la construcción de la región caldense.

LA CONSTRUCCIÓN DE LA REGIÓN

En este territorio del actual departamento de Caldas los europeos encontraron, en el siglo XVI, varios señoríos o cacicazgos: Quimbaya, Anserma, Carrapa, Irra, Picara, Pozo, Paucura, Arma o Coy-Coy, Patangoros y Amaníes. La población aborigen se extinguió como consecuencia del impacto de la conquista y por la dinámica de la sociedad colonial, con la fundación de las ciudades de Anserma (1539), Cartago (1540), Arma (1542) y Nuestra Señora de la Victoria (1557).
Desde finales del siglo XVII se presentó la crisis económica y social por las insurrecciones de los aborígenes y como resultado fueron trasladadas las villas de Cartago y Anserma, mientras que Arma y Victoria se fueron consumiendo pues quedaron aisladas de las demás poblaciones y regiones de importancia. Sin embargo sobrevivieron los pueblos vinculados a la minería del oro de Marmato y zonas vecinas: Quiebralomo, Vega de Supía y Ansermaviejo, habitadas por unos cuantos blancos, muchos libres (mestizos) y esclavos. Pero los enclaves mineros estaban rodeados por numerosos pueblos de indios de antiguos resguardos que se resistían a desparecer: San Lorenzo, Cañamomo, Guática, Tachiguía, Quinchía y Montaña.
Esta fue la base para el surgimiento de la región caldense, que se fue construyendo durante todo el siglo XIX en un territorio caracterizado por su diversidad ecológica, por la abundancia de riachuelos, quebradas y ríos, por la riqueza de la flora y la fauna, por la fertilidad de los suelos y por los minerales del subsuelo.

Las migraciones y la coyuntura de la Independencia

La migración de familias pobres hacia el sur de Antioquia era una realidad a finales del siglo XVIII, cuando miles de personas salen a buscar tierras abandonadas, de títulos dudosos o del Estado. Los campesinos dejaban el solar antioqueño porque tenían muchas pistas sobre las posibilidades que ofrecían las tierras del sur. El faro era la población de Armaviejo que había salido de su modorra debido a varios factores: el empuje de los colonos tumbando el bosque y organizando fincas en Sonsón y Abejorral; el camino que se estaba construyendo hacia Mariquita y Honda; las avanzadas de centenares de familias hacia la región de la futura colonia de Aguadas y el camino real de Medellín a Popayán, que atravesaba Arma, Paso de Bufú en el río Cauca, minas de Marmato y seguía hacia el sur.
Cuando había suficientes fincas, fondas y un buen camino para mulas, los campesinos pensaron en fundar un pueblo; así surgió Aguadas, en 1808, proceso que se prolongó hasta 1815, debido a las guerras de independencia. Es necesario mencionar que los campesinos producían maíz, fríjol, plátano, tabaco, gallinas, cerdos, miel, panela y aguardiente, productos que vendían a los arrieros que abastecían los ricos mercados de los “pueblos del oro”, al otro lado del río Cauca, en la Provincia de Popayán (Marmato, Supía y Quiebralomo). Había una estrecha relación entre las dos regiones, el Cauca minero y la zona de reciente colonización, perteneciente a Antioquia; las guerras de independencia contribuyeron a unir más a dichos pueblos.
Sólo en el mes de agosto de 1810 se enteraron en estos pueblos de los “Gritos de Independencia” y se alteró el orden público. La noticia llegó a Rionegro a mediados de agosto y rápidamente retumbó en Aguadas y Ansermaviejo, de aquí llegó a Supía y a toda la región del oro. A continuación se reunieron los miembros de la élite en cada población: los dueños de minas, comerciantes y hacendados, quienes siguieron con atención el movimiento que se estaba gestando en las Ciudades Confederadas del Valle del Cauca (Cali, Caloto, Buga, Toro, Cartago y Anserma Nuevo), además había una estrecha relación económica con estas tres últimas poblaciones.
Mientras tanto Antioquia estableció su primera Junta de Gobierno en septiembre de 1810 y, el 27 de junio de 1811, esa Junta aprobó la Constitución provisional que tiene la importancia de haber señalado que por la abdicación de Fernando VII, los pueblos “y entre ellos el de Antioquia”, habían reasumido la soberanía (Sierra García, 1988: 93). Estos hechos eran conocidos en las poblaciones de Arma y Aguadas y transmitidos por los campesinos en su marcha hacia el sur.
En julio de 1813 el español Juan Sámano entró victorioso a Popayán y luego avanzó hacia Cali y Buga. Había pánico por la posible Reconquista y se nombró a Juan del Corral como dictador de Antioquia. Éste envió una expedición militar al Valle del Cauca, dirigida por José María Gutiérrez de Caviedes, “El Fogoso”, al mando de 200 hombres para ayudar a los patriotas. Pero Gutiérrez era hábil político pues había participado en la proclamación de la independencia de Mompox, en 1810, y cuando llegó a la Vega de Supía se reunió con la élite de la población y los motivó para proclamar su independencia, el 28 de noviembre de 1813 (Otero D´Costa, Acta de la Independencia de Supía, 1920, pág. 241)

Independencia y colonización

El sabio Francisco José de Caldas obedeciendo una orientación del Presidente de Antioquia, Juan del Corral (1814), fortificó los pasos de Bufú, La Cana y Velásquez, sobre el río Cauca, para proteger los límites de Antioquia y Cauca ante una posible invasión del ejército español. Sobre estas fortificaciones escribió José Manuel Restrepo, cuando estaba huyendo de la reconquista española:

Tales fortificaciones costaron a la provincia de Antioquia 10 o 12.000 pesos. Ellas se creían intomables, pero aunque yo no lo entiendo, me parecieron miserables. Son dominadas completamente por un cerrito que hay al lado de la Vega, de donde con artillería podrían destruir a los defensores del otro lado. Cuando yo las vi estaba podrida la fajina de que se componía (Restrepo, 1977: 149).

La reconquista llegó. En febrero de 1816 el joven oficial español Francisco Warleta salió de Mompox con un ejército de 500 hombres y el 5 de abril entró triunfante a Medellín, que había sido abandonada por las autoridades y por la élite.
En esta atmósfera se desencadenó una masiva migración de campesinos pobres y sectores medios que se fueron filtrando por Abejorral y Sonsón, con dirección a Arma, Aguadas, la región de Paucura y hacia la futura Salamina. O sea que la situación política y el caos que se presentó fueron aprovechados por campesinos de Antioquia y de la Provincia de Popayán, en Supía, Quiebralomo y Ansermaviejo, quienes se convirtieron en colonos y marcharon hacia el sur de Antioquia, buscando los baldíos del Estado, o de la Concesión Aranzazu; sin embargo numerosos campesinos aprovecharon el desorden e invadieron tierras de los resguardos indígenas.

El camino de Sonsón a Mariquita

Esta vía conectaba con Honda y el río Magdalena, desembotellaba a Antioquia por el valle de Sonsón, e impulsaba la colonización y el comercio en esa inmensa región. El ejército español le dio un impulso porque necesitaba facilitar la invasión del territorio y controlar el río Magdalena.
En 1816 Francisco Warleta tomó numerosos patriotas como prisioneros y los obligó a trabajar en dicho camino. Cuando José Manuel Restrepo pasó por allí encontró a 150 peones trabajando bajo la dirección de Manuel Antonio Jaramillo y Salvador de Isaza, prestantes vecinos de la recién fundada colonia de Aguadas. Al regresar José Manuel Restrepo a Medellín, después de su fallida fuga a Popayán, recibió la orden de don Pascual de Enrile, jefe del estado mayor del ejército, para dirigir los trabajos en este camino. Sobre el tema escribió Restrepo

El 22 de agosto partí para aquel destino un poco tranquilizado, creyendo que los generales españoles se habrían hecho el cargo de castigarme manteniéndome en aquel desierto. Yo conseguí con más de mil hombres romper el camino en 21 de septiembre, en que se unió con el de Honda y Mariquita (Restrepo, 1977: 151)

El camino estaba metido en la selva y atravesaba una región difícil; por esta razón numerosos trabajadores, enganchados para abrir la trocha, lograron escapar y desde aquí se enrutaban hacia el sur de Aguadas.
Estos acontecimientos lanzaron nuevas corrientes de colonos, quienes se internaban en las espesas y difíciles selvas abriendo parcelas. Todos se orientaban por el “camino de indios” para colonizar entre Aguadas y Sabanalarga (Salamina). Esta era la mejor ruta para escapar del ejército invasor.
En este caldeado ambiente se fundó Riosucio, el 7 de agosto de 1819, fruto de la unión de las poblaciones de La Montaña y Quiebralomo. Y empezó a orientar el proceso económico en la región del oro.
Después de la independencia la región minera fue invadida por numerosas compañías inglesas, que llegaron a raíz de la política de empréstitos solicitados a banqueros de ese país para financiar el ejército. Estas empresas compraron minas de oro en Marmato, Supía y Riosucio y fueron demoliendo las viejas relaciones de producción, empezando por la esclavitud; como consecuencia la región se integró más a las provincias de Antioquia, Cauca y Tolima. Los “pueblos del oro” fueron la base para la construcción del futuro departamento de Caldas porque, además, se convirtieron en el mejor mercado para los productos de los campesinos ubicados entre Aguadas y Aranzazu, antes del surgimiento de la economía cafetera.
El país continuó desarticulado por los conflictos que se desataron después de la Guerra de los Supremos (1840), pero el caos y el desorden favoreció las migraciones hacia el sur de Antioquia y la fundación de nuevas colonias: Neira (1842), Santa Rosa de Cabal (1843), Manizales (1848), Villamaría (1852), Aranzazu (1853).

Las guerras civiles

Las contiendas bélicas que tuvieron como escenario principal el pueblo de Manizales, considerada plaza militar de primer orden, favorecieron su desarrollo económico y social y la convirtieron en la principal población del sur de Antioquia.

La Esponsión de Manizales

La primera fue la Guerra de 1860, cuando el general Tomás Cipriano de Mosquera se declaró en rebeldía contra el gobierno central alegando que

El Cauca estaba próximo a ser invadido por fuerzas de Antioquia, y en la Provincia de Popayán se preparaba una revolución, y otra en las de Palmira y Quindío. Fuéme necesario ponerme al frente de la reacción contrarrevolucionaria, y di el decreto de 8 de mayo de 1860, separando al Estado del Cauca provisionalmente de la Confederación Granadina" (Mosquera, 1978: 269).

El gobierno de Antioquia situó su ejército y el Estado Mayor en "La Cuchilla de Manizales", allí estaban los generales Joaquín Posada Gutiérrez y Braulio Henao, además de los jefes conservadores Elíseo Arbeláez y Marceliano Vélez, lo cual era una seria amenaza para Mosquera quien pretendía dirigirse a Bogotá. Entre tanto Mosquera había marchado a Cali para organizar el ejército y al enterarse de que el general Braulio Henao había invadido al Cauca salió a su encuentro, y el 11 de agosto se encontraron las dos vanguardias en la quebrada Italia, cerca de la aldea de Santa Rosa, pero los invasores emprendieron desordenada retirada, evacuando el territorio. Estas escaramuzas son descritas por el general Mosquera del siguiente modo:

El 25 de agosto ocupó el ejército del Cauca la aldea de María con tambor batiente y banderas desplegadas, e inmediatamente escribí al general Enao invitándolo a una conferencia: mandé cubrir la línea del río Chinchiná para recibir el ataque que se me pudiera hacer; y desde las alturas del Roble reconocí con un anteojo las posiciones enemigas, en que se construían trincheras a las entradas de la ciudad, y me persuadí de que su plan era estar a la defensiva (Mosquera, 1978: 270).

El General había arribado con un ejército de 3.500 hombres de infantería, 500 de caballería, cinco cañones, banda de música y abundante parque; a pesar de su favorable situación llegó con deseos de negociar para evitar la batalla. El 26 de agosto se reunieron en el puente de Chinchiná (entre la Aldea de María y Manizales) los generales Mosquera y Henao, con los señores Elíseo Arbeláez y Marceliano Vélez y celebraron una convención para establecer las reglas del juego.
Los generales accedieron a firmar una esponsión pero sometiéndola a la aprobación del consejo que se había formado en Manizales. La propuesta de Mosquera no fue aceptada, pues implicaba reconocerlo como Jefe Supremo del Estado del Cauca y como militar en ejercicio de la Confederación. Al día siguiente el general Posada visitó a Mosquera en su campamento llevando redactadas nuevas propuestas, en términos que éste no pudo aceptar y a su vez le presentó un contraproyecto para que lo examinasen el general Henao y sus compañeros.
Después de varias escaramuzas y de una encarnizada batalla Mosquera envió un parlamentario a conferenciar con los generales Joaquín Posada y Braulio Henao y les propuso una Esponsión militar (promesa o compromiso), ardid que le produjo buenos resultados. Ellos deliberaron en consejo de oficiales y accedieron a entrar en arreglos negociando el acuerdo en el sitio llamado Carretero, bajo un toldo armado en el camino. Al día siguiente, 30 de agosto, se firmó el pacto en una casa de habitación en el paraje Versalles, a una cuadra abajo del camino el Carretero, por la vía que sigue para Mariquita por Solferino y se pactó lo siguiente:

El gobernador del Cauca (Mosquera), suspenderá toda hostilidad contra el Gobierno General, revocará su decreto separando aquel Estado de la Confederación, se someterá al Gobierno General, otorgada una amnistía completa a todos los comprometidos en los movimientos políticos contra el Gobierno del Estado, garantizará la seguridad de los ciudadanos que le han sido hostiles y entregará las armas y los demás objetos a la Confederación, de que ha dispuesto. El gobierno General otorgará una amnistía a favor de todos los comprometidos en los movimientos políticos que han tenido lugar en el Cauca contra las leyes nacionales (Fabo, 1926: 111).

Por este acuerdo el general Mosquera prometió suspender toda hostilidad contra el gobierno central, retirarse al Cauca y desarmar su ejército, si el convenio era aprobado por el gobierno nacional. La ciudad de Manizales quedaría como campo neutral, para lo cual los generales Posada y Henao prometieron retirar sus fuerzas a Salamina y esperar órdenes desde Bogotá. Después del convenio Mosquera fue invitado por el general Henao a hacer una visita a la ciudad de Manizales, lo que aceptó con la condición de que se le recibiera con los honores que correspondían al Jefe Supremo de un Estado.
Transcurridos estos hechos Mosquera se retiró al Cauca sin ser perseguido y aprovechó la tregua para reorganizar sus fuerzas y continuar la guerra. Firmada la Esponsión y retirados los ejércitos, los conservadores en Bogotá se rebelan contra el armisticio de Manizales, los generales Posada y Henao vuelven a ocupar el pueblo mientras que el presidente Ospina no acepta el convenio. Después de estos acontecimientos Mosquera unifica las fuerzas liberales de Santander, Magdalena, Bolívar y Cauca contra el gobierno general; además logra que se integren a la guerra las figuras del liberalismo José Hilario López, José María Obando, Juan José Nieto y Santos Gutiérrez, y después de seis meses de guerra tomó a Bogotá el 18 de julio de 1861.
La importancia de la Esponsión de Manizales radicó en que su no aprobación se convirtió en el principio de la derrota de los conservadores en la guerra de 1860, la que condujo al segundo gobierno de Mosquera, a la desamortización de bienes de manos muertas, a la separación de la Iglesia y del Estado y a la Constitución de Rionegro (Ocampo, 1989: 190).

La Guerra de 1876

El conflicto se inició en julio de 1876 cuando algunos conservadores se levantaron contra el gobierno del Cauca; ante esta situación los mandatarios conservadores de Antioquia y Tolima mantuvieron inicialmente la neutralidad, pero por motivos religiosos y preocupados por la defensa de la soberanía de los Estados, invadieron el norte del Cauca con tropas conservadoras inscribiendo la guerra dentro del contexto nacional. Decidida la participación en la guerra, el 8 de agosto, se dictó el Decreto declarando el Estado en situación de guerra, y el 17 había un ejército que contaba con una fuerza de 8.000 a 9.000 hombres (Briceño, 1947: 185).
Manizales se convirtió en plaza fuerte por su condición de ciudad de frontera, allí se concentraba parte del ejército de Antioquia listo a apoyar las fuerzas conservadoras del Cauca, levantadas contra el gobierno de ese Estado. El 17 había salido de Manizales la División Vanguardia, a órdenes del coronel Francisco Jaramillo, integrada por 800 hombres; luego la Segunda División del Sur, con 750 soldados, a órdenes del general Cosme Marulanda y la tercera División del Sur, con 650 hombres, comandados por el coronel Juan Manuel Llanos (Briceño, 1947: 186).
Antes de marchar, los batallones oían misa y el padre Nazario Restrepo "colocaba a todos los que podía, pero con especialidad a los soldados de Manizales, un escapulario del Corazón de Jesús", además se les entregaba una faja de género como divisa, con la leyenda: "Dios, Patria y Libertad" (Londoño, 1936: 84), despertando un fervor religioso, casi místico, que se orientaba contra los liberales.
Con uno de los batallones de La Ceja, Antioquia, llegó un hombre de regular edad, de baja estatura y con barba de nazareno quien cargaba una cruz. Fue bautizado por los liberales “El Mesías de los godos” y participó en la Batalla de Los Chancos. Sobre dicho personaje escribió Rómulo Cuesta lo siguiente:

A las ocho del día rompió sus fuegos la fila que obraba sobre el ala derecha de Trujillo. Poco después recibimos orden de avanzar sobre el enemigo situado en la colina de enfrente. Sonó la corneta rompiendo la marcha, y nos preparábamos a movernos en columna cuando corrió adelante el Mesías, alzó la cruz, se clavó de rodillas y gritó: ¡Para que tiemble…! Un disparo de fusil liberal se oyó en ese instante y vimos caer de bruces al Mesías y al segundo Jefe del Batallón.
- ¡Mataron a Jesucristo! Gritó un soldado.
- ¿De verdad me mataron? Dijo temblando el Mesías.
Pero como no le vimos nada, me acerqué y le dije: Vea, don Jesucristo, corra y ocúltese por ahí debajo de alguna piedra, que usted no tiene nada de divino, y sí mucho de majadero. Supóngase, patrón, cuánta sería mi alegría viendo los efectos de semejante tiro. ¿Y sabe que hubo? Que el pobre Comandante, que llevaba sobre su chaqueta un rico escapulario, quedó atravesado; la bala le entró en el pecho por el Pío y le salió por el Nono; no coleó. El Mesías se alcanforó desde ese instante, pues nunca más volví a verle (Cuesta, 1982).

El 31 de agosto de 1876 se libró la batalla de los Chancos donde participaron 7.000 soldados aproximadamente; intervinieron como jefes del ejército liberal los generales Julián Trujillo, Miguel Bohórquez, Payán y otros; y por parte de las fuerzas conservadoras, los generales Gutiérrez (Botella) y Joaquín María Córdoba. El general Manuel Briceño explica así el desarrollo de la batalla:

Hacia la una de la tarde el ala izquierda del general Trujillo principió a ceder, al propio tiempo que el centro retrocedía también y que se empeñaba la reserva en el combate. Se ordenó entonces una carga general, y se lanzó la caballería sobre los que abandonaban sus puestos. La victoria coronaba los esfuerzos de los ejércitos del Cauca y Antioquia, la caballería perseguía a los derrotados hasta San Pedro, media legua del campamento, y el único punto de él, la loma del Tablón, defendida por el general Bohórquez, que aun ofrecía bastante resistencia, era objeto de un ataque terrible. Una hora más y el triunfo estaba alcanzado.
La voz de la victoria resonaba entonces en todas las filas; pero en estos momentos los escuadrones que habían seguido en persecución del enemigo hasta San Pedro, a órdenes del coronel Manuel Augusto Martínez, regresaban al campo a coronar el triunfo, y una voz indiscreta y cobarde hizo creer a los infantes antioqueños que la caballería del general Trujillo cargaba sobre ellos; se estableció una lucha entre aquellas dos fuerzas, al propio tiempo que ambas recibían los disparos del enemigo. El coronel Martínez, entrando por medio de los fuegos, logró al fin que el comandante de la infantería comprendiera su error; pero ya era tarde: el pavor se había apoderado de la tropa, que abandonó el lugar del combate, y en seguida el campamento, sin que bastaran a contenerla en su fuga las reflexiones, las amenazas y los esfuerzos de todo género que hicieron los generales, varios de los jefes y el Presidente mismo, que se hallaba presente (Briceño, 1947: 193-194).

Los derrotados en "Los Chancos" se dispersaron; a Manizales llegaron algunos, 48 horas después de que empezaron la huida.
Mientras tanto llegó a Manizales don Marceliano Vélez, como general en jefe con el objetivo de reorganizar el ejército y emprender otra campaña sobre el Cauca; poco a poco llegaban las fuerzas del Estado a la ciudad y el 19 de septiembre había allí un ejército de 9.000 hombres bien armados y equipados. El plan del general Vélez era fortificarse en Manizales, preparar su ejército durante dos meses y luego emprender el ataque.
Por estos días Trujillo avanzaba en su búsqueda con un ejército de 3.000 hombres y al encontrar abandonada la línea del Otún, su vanguardia acampó en Santa Rosa de Cabal y Vélez decidió finalmente marchar al Tolima, al enterarse de que el general Santos Acosta avanzaba por esa vía hacia Manizales. El 20 de noviembre se encontraron los dos ejércitos en el sitio de Garrapatas, el general Vélez que había llegado primero tuvo tiempo de atrincherarse y esperar el ataque que se desarrolló durante los días 21 y 22.

Don Marceliano no fue vencido, tampoco triunfó, pero sí triunfó la diplomacia del general Acosta. Este experto general propuso una conferencia a don Marceliano para enterrar los muertos y recoger los heridos; ¿de que más se trató en aquella conferencia?: nunca se supo. Sólo se supo que allí se apuraron unas copas que ofreció el general Acosta y… don Marceliano se retiró a Manizales sin ser molestado por el ejército enemigo que acababa casi de vencer; las tropas conservadoras volvieron con todos sus arreos militares murmurando que los habían vendido (Londoño, 1936: 87).

El verdadero objeto del armisticio ofrecido por Santos Acosta no fue para recoger los muertos y los heridos, sino con el fin de ganar tiempo para recibir los refuerzos que se le enviaban y que ascendían a 2.760 hombres; además, en comunicación enviada al general Vélez (23 de noviembre) para convencerlo más de la necesidad de la tregua, lo asusta diciéndole que 6.000 hombres del Cauca estaban próximos a entrar a Manizales. Esto ayuda a persuadir a Vélez y acuerdan un nuevo armisticio por 16 días y se plantean las bases para un arreglo de paz (Briceño, 1947: 314).
Así las cosas, el general Trujillo se plantó con su campamento en Villamaría y propuso al general Vélez una conferencia para cesar las hostilidades, pero éste supuso que Trujillo al invitar a negociaciones ya estaba derrotado y subestimó al enemigo, quien se retiró con su ejército a la Cuchilla de San Julián, mientras que el general Santos Acosta se aproximaba desde el Tolima cruzando la cordillera. El 22 de febrero de 1877 el general Trujillo ocupó de nuevo Villamaría y en una ofensiva que casi no encontró resistencia, cruzó el río Chinchiná, estableció su cuartel general en El Tablazo y, luego, se apoderó de puntos estratégicos como la Manuelita, Alto de la Pava, la Cabaña, El Rosario, Morrogacho y El Arenillo.
Mientras estos acontecimientos tan graves se sucedían y se producía el asedio de Manizales, don Recaredo de Villa se retiró de la Presidencia del Estado, siendo reemplazado por don Silverio Arango P., quien empezó a ejercer desde la sitiada ciudad y, como cosa extraña, el general Marceliano Vélez abandonaba la aldea en momentos de gran expectativa, cuando todos esperaban un ataque general.
La batalla se inició el 5 de abril, a las cinco de la mañana, en una línea de combate de 35 kilómetros, desde el paso de Montaño o la Florida hasta el alto del Canasto y la Garrucha; desde los primeros disparos el ejército conservador inició su huida en plena derrota (Otero D´Costa, La guerra del 76 en Manizales, 1923). Ante la tremenda ofensiva del general Trujillo el ejército conservador quedó anonadado y como no había unidad de mando, por la retirada del general Vélez, le correspondió al gobernador de Antioquia, Silverio Arango P., levantar bandera blanca y a las 5 de la tarde del mismo día en que se iniciaron las hostilidades envió al general Trujillo el siguiente comunicado:

Os propongo una tregua o suspensión de hostilidades, por 24 horas, con el fin de recoger los heridos, enterrar los muertos i ponerle término a la guerra, por los medios que os haré conocer inmediatamente después de firmada la tregua que discutiré con vos. No dejemos, señor, derramar más sangre colombiana i conservemos para nuestra patria las preciosas vidas que corren inminente peligro en la lucha (Otero D´Costa, La guerra del 76 en Manizales, 1923).

Trujillo, a las puertas de la victoria y deseando vencer contundentemente para elevar su propia imagen, rechazó la tregua exigiendo un sometimiento absoluto. Ante tal determinación del adversario don Silverio Arango no tuvo otra alternativa que aceptar firmando la capitulación del Alto de San Antonio (6 de abril), para poner fin a la guerra.
La importancia de las guerras para Manizales (la del 60 y la del 76) radica en que a pesar de ser ésta una pequeña aldea, se une a la región y a la historia del país por la calidad de los fenómenos que aquí se desarrollaron. La guerra favoreció a Manizales en lo económico, en lo político y en lo social; la convirtió en un centro directivo, siendo elevada a la categoría de capital de provincia y por consiguiente fue trasladada la Prefectura que estaba en Salamina. Su vida económica se vio estimulada y desarrollada notablemente debido a los miles de soldados que permanecieron concentrados en la plaza lo que aumentó la población a 30.000 personas aproximadamente; sin embargo no hubo escasez de víveres, ni el precio de ellos sufrió alteración sensible pues de todos los pueblos de Antioquia llegaban cargamentos con artículos de primera necesidad (Londoño, 1936: 93).
Pero lo más importante es que los campesinos de Manizales y poblaciones vecinas lograron vender sus excedentes de producción, para una población flotante superior en número a la de la joven aldea, que apenas contaba con 12.000 habitantes. Los soldados ayudaron a impulsar las relaciones mercantiles porque cada uno recibía como ración diaria, una libra de carne, una de panela, un poco de arroz, un puñado de sal y un real de plata (Londoño, 1936: 94).
Las dos guerras contribuyeron a transformar la aldea de Manizales en el último baluarte del Estado de Antioquia frente al Estado del Cauca y, por lo tanto, en sitio estratégico de las fuerzas conservadoras antioqueñas; se convirtió en el punto de demarcación de las dos fuerzas más claramente caracterizadas del país, durante el período 1857 - 1876: Antioquia como bastión del Partido Conservador y el Cauca como fortaleza del Partido Liberal (Ocampo, 1989: 20).

La Guerra de 1885

Rafael Núñez había sido elegido presidente en 1880 a nombre del Partido Liberal para suceder al general Julián Trujillo y más tarde, en 1884, fue elegido de nuevo presidente a nombre del mismo partido. Pero Núñez había recibido apoyo del Partido Conservador y de los liberales independientes y se granjeó el odio de los liberales radicales. En esta atmósfera sus enemigos se sublevaron en agosto de 1884, en Santander, y rápidamente el levantamiento se fue extendiendo por todo el país. Se destacaron los generales Sergio Camargo, por los sublevados y Leonardo Canal por el gobierno.
El presidente luchó, le financió al conservador Canal la organización de un moderno ejército, mediante la emisión de papel moneda sin respaldo y afianzó, de este modo, su política de gobierno. Con los conservadores y el grupo liberal que apoyaba a Núñez se formó el Partido Nacional, base política de la Regeneración.
El 2 de enero de 1885 el presidente de Antioquia, Luciano Restrepo, declaró turbado el orden público alegando que en algunas poblaciones limítrofes “los conservadores desconocían y atacaban a las autoridades legítimas. Esas poblaciones eran Marmato, Supía, Riosucio y María (Villamaría)”. Para defender el sur de Antioquia fueron enviados varios destacamentos comandados por don Gorgonio Uribe y por su primo el joven abogado coronel Rafael Uribe Uribe. Con ellos venía el marmateño Ramón Marín, quien al estallar la guerra del 85 se había unido a los liberales de Antioquia. Desde este momento se inició la amistad entre el Negro Marín y Rafael Uribe Uribe (Gärtner, 2006: 234).

La Guerra de los Mil Días

Así como sucedió en las guerras antes descritas la Guerra de los Mil Días no ocasionó trastornos significativos en el territorio antioqueño y volvió a convertir a Manizales en cuartel general, pues el gobierno debía enfrentar, desde esta plaza, las guerrillas liberales que aparecían en el Tolima y el Quindío.
Cuando en octubre de 1899 los liberales belicistas se lanzaron a la guerra, mientras los conservadores históricos permanecieron neutrales, algunos miembros del gobierno pensaban que sería una guerra corta que podría fortalecerlos. Del mismo modo un puñado de dirigentes políticos quería utilizar la guerra para mejorar posiciones y afianzar el futuro político; y mientras pensaban que sería una breve contienda, ésta se puso fuera de control por los acontecimientos desarrollados, y se convirtió en el conflicto más largo y sangriento, con aproximadamente 100.000 muertos y con graves consecuencias económicas y sociales por los reclutamientos, expropiaciones y empréstitos forzosos.
Las contribuciones de guerra para los liberales eran frecuentes y especialmente intensas las expropiaciones de bestias caballares; se hizo casi insostenible la vida, especialmente para las personas que se consideraban desafectas al gobierno. La ciudad se convirtió en campo de especulación que labró la prosperidad de unos y la ruina de otros; la causa se debió a las sucesivas emisiones de dinero sin respaldo, autorizadas por el Gobierno. Estas emisiones durante la guerra de tres años "llevaron a Colombia a ocupar el primer puesto en la historia universal de la depreciación del papel moneda", pues en octubre de 1902 la tasa de cambio fue de 18.900% y se vino a estabilizar en 1905 al 10.000% (Torres, 1980: 225).
En Manizales se organizó el "Batallón Cívico" formado por jóvenes voluntarios que prestaron un servicio auxiliar a las fuerzas regulares del gobierno, encargándose de la protección de la plaza amenazada por algunas guerrillas, en especial la que comandaba el Negro Braulio por los lados de Neira. La misión de este batallón era desempeñar tareas de patrullaje, armados de fusil, pero el conocimiento y manejo del arma era simplemente teórico pues no se practicaba tiro al blanco, posiblemente para economizar munición (Restrepo Gaviria, 1979: 30).
A finales de octubre de 1901 se organizaron dos batallones para dirigirse al Tolima con el fin de combatir al "Negro Marín" (general Ramón Marín), quien venía hostigando las fuerzas del gobierno al frente de una guerrilla que crecía de modo preocupante. Los nuevos batallones eran el "Manizales", al mando del coronel Enrique Restrepo y el "Batallón González", comandado por el coronel Cesáreo Ocampo, de Salamina, y todos a su vez dirigidos por el general Ramón Jaramillo. Iniciaron las hostilidades desde principios de noviembre de 1901 cuando se dirigieron a Honda para enfrentar a "El Negro Marín" y luego hacia los otros frentes de combate hasta culminar la guerra (Restrepo, 1979: 36).
Pero la Guerra de los Mil Días sí afectó otras poblaciones del sur de Antioquia por los reclutamientos, contribuciones de guerra, expropiaciones y por las guerrillas liberales que desde el norte del Estado del Cauca atacaban las poblaciones de Filadelfia, Aranzazu, Salamina y Neira (Cardona Tobón, 2006: 274).

La construcción de la región

La región caldense se fue construyendo durante el siglo XIX a partir de varios fenómenos: el papel de los “pueblos del oro”, Riosucio, Supía y Marmato y su relación económica con las migraciones campesinas y la fundación de pueblos desde Aguadas hasta Aranzazu. Las colonizaciones antioqueña, caucana y tolimense y la fundación de numerosos pueblos, desde Aguadas hasta el Quindío; la colonización hacia el occidente del Camino de Popayán, desde Mistrató hacia el sur, hasta el Valle del Cauca, la colonización y fundación de pueblos en la Cuchilla de Belalcázar. La colonización en tierras cálidas, malsanas, escarpadas y escondidas, que lleva a la fundación de los pueblos de Marulanda, Manzanares, Pensilvania, Marquetalia, Victoria, Samaná y La Dorada.
Otro fenómeno que ayudó a construir la región es el de las guerras civiles, y el gobierno de la Regeneración que golpeó las viejas regiones tradicionales y fortaleció el estado central. Así surgió el proyecto de división territorial del gobierno, entre 1888 y 1890, impulsado por Carlos Holguín. Para esta época ya aparecía Manizales figurando como posible capital de un nuevo departamento a conformarse con regiones del sur de Antioquia, norte caucano y noroccidente del Tolima.
Hay que tener en cuenta, también, el papel de la Iglesia. Cuando agonizaba el siglo XIX y en plena Guerra de los Mil Días, la Iglesia estaba preocupada por la posibilidad del triunfo de los liberales, lo que significaría regresar al sistema federal. Para adelantársele a los hechos algunos obispos propusieron crear una diócesis que sirviera de base para formar un nuevo departamento, después de la guerra.
Para cumplir con la orientación anterior Monseñor Antonio Vico, Delegado Apostólico en Colombia, envió una carta (abril 24 de 1899) al Cardenal Mariano Rampolla Del Tindaro, Secretario de Estado del Papa León XIII, en la que le explicaba la difícil situación que padecía la Iglesia en Colombia debido a la guerra civil. Luego planteaban algunos puntos sobre la necesidad de crear la Diócesis de Manizales; la idea tenía muy buenos patrocinadores y contaba con el apoyo del Obispo de Popayán. Pero Monseñor Vico siguió apoyando la propuesta y envió informe al Obispo de Medellín donde le anotó que

Los patrocinadores de esta idea eran los hermanos Alejandro y Daniel Gutiérrez, cristianos convencidos y personas notables de Manizales. Don Alejandro se desempeñaba en esa fecha como Ministro del Tesoro Público de la Nación e influía, sin duda, ante el Presidente de la República y las demás autoridades colombianas para que apoyaran este proyecto. Le refería, además, el apoyo del Obispo de Popayán a esta idea y los pasos dados en Bogotá y en Manizales para sacarla adelante, como son: el apoyo del Presidente de la República, Dr. Sanclemente; la organización de una junta para trabajar en pro de la nueva Diócesis; la recaudación de fondos y el informe preliminar enviado a Roma” (Gómez, 2007: 89).

Después de estas gestiones la creación de la Diócesis no se hizo esperar. De acuerdo con el Pbro. Horacio Gómez Orozco, en el archivo de la Secretaría de Estado del Vaticano se encuentra una minuta dirigida a Monseñor Carlos Nocella, Patriarca de Antioquia, en la que se le informa que se presentó a la Santa Sede una petición para la erección de una Sede Episcopal, en la ciudad de Manizales, con territorios desmembrados de las diócesis de Popayán y de Medellín. El documento tiene fecha de 6 de marzo de 1900 y el día 15 del mismo mes la Secretaría de Estado envió el borrador del Decreto al secretario de la Congregación Consistorial para redactar el informe final (Gómez, 2007: 95).
Se puede afirmar que la fuerte unidad en la fe cristiana, más los aspectos económicos, contribuyeron a definir el número de municipios que integrarían la Diócesis y el futuro departamento; pero era claro que no había unidad cultural, ni política. En su visión de la nueva entidad administrativa la Iglesia planteó la necesidad de poner una cuña entre las regiones de Antioquia y Cauca, para contribuir a superar los tremendos problemas políticos e ideológicos que tantos males trajeron al país.
En 1904 Rafael Uribe Uribe presentó al Congreso un proyecto de división territorial donde aparecen varios departamentos, entre ellos el de Córdoba que más tarde se erigió con el nombre de Caldas. Esta propuesta venía siendo apoyada por los hermanos Gutiérrez Arango y Aquilino Villegas, desde las columnas de El Correo del Sur y por Bonifacio Vélez, quien había sido Prefecto. Finalmente se hizo realidad la creación del departamento con la Ley 17 del 11 de abril de 1905.
Por último está el papel del café y de la cultura cafetera. El café creó mercado interno y unió las regiones entre sí las integró a la economía nacional y relacionó el departamento con el mundo. Pero, además, el café hizo surgir una capa media fuerte y estable. Cuando se fundaba una colonia se repartían 12.000 fanegadas entre los colonos fundadores. Si cada colono era beneficiado con ocho fanegadas ello significa que 1.500 campesinos recibían tierra. Luego llegaban los hacendados y empresarios, que compraban tierra a las compañías monopolizadoras y, por último, entraban nuevas oleadas de colonos que no recibían parcelas pero que se convertían en mano de obra. Esa capa media de campesinos acomodados y los trabajadores asalariados tenían capacidad de compra por lo que favorecieron el desarrollo del mercado interno. Al mismo tiempo las ganancias que producía la economía cafetera impulsaron el capital bancario, el comercio y el incipiente desarrollo industrial.

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REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA (APA)

Valencia Llano, A. (2012). Territorio, Independencia y Guerras.. Manizales, Colombia: Academia Caldense de Historia

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