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Cuando el amor desnuda las palabras

Jaime Ramírez Rojas;

El impreso Cuando el amor desnuda las palabras ha sido registrado con el ISBN 978-958-46-9333-4 en la Agencia Colombiana del ISBN. Este impreso es una obra de auto-edición y ha sido registrada en el año 2016 en la ciudad de Manizales, en Colombia.

Además de este registro, existen otros 37870 libros publicados por la misma editorial. Se destacan: Mapa de Lámparas escrito por Varios Talleres (Pre test) de actualización para médico general escrito por Fernando de J. Rivillas Casas El doctor escrito por Varios Al corazón del poeta escrito por Varios y Xue y la conquista escrito por Varios.

ISBN 13
978-958-46-9333-4
ISBN 10
958-46-9333-6
Tipo
Impreso
Fecha pub.
2016-08-18
Edición
1
Reimpresión
n/d
Idioma
Español
Materia
Poesía colombiana
Palabras clave
n/d
Precio local
40.00
Formato
90 pgs.; Tapa blanda o bolsillo;
Sinopsis
I
Esta ingenua y agotadora tarea de escribir sobre la validez de unos poemas, más que correspondencia con la hipotética sonoridad de los versos, o de introducir a los lectores, escasos o no, a un delicioso universo de imágenes elaboradas con la música de la palabra, es apenas un modesto intento para volver a escarbar en la idea de si aún queda espacio para la poesía, que ronda con sospechosa insistencia en los foros de bardos, en los partos cada vez más espaciados de libros de este género, y en los escasísimos rituales de reconocimiento cultural a fogoneros de poemas, aedas exhaustos y juglares materialmente empobrecidos, precisamente en estos tiempos tan marcadamente fugaces.
En las redes sociales, y con más propiedad, por el registro de un enjundioso opinador caribeño, Joaquín Mattos Omar, un hecho insólito, acaecido bajo la lasitud de una nevada inclemente cerca de un pueblo estepario, en la Rusia central de Putín, fue protagonizado por un profesor de literatura: asesinó a otro colega, por una disputa literaria.
El perpetrador del crimen se enfureció porque, además de anfitrión, entre copas, la víctima alegó, llegado el debate acerca de cuál forma literaria es superior, que “la única literatura verdadera es la prosa”.
El fanático amante de la poesía la emprendió a puñaladas contra su contertulio, por haber proferido semejante apostasía.
Al decir del columnista, el profesor ruso de literatura empleó una forma salvaje de matar la prosa. Y defendió la validez civilizada de la poesía con un pensamiento reciente expresado en un pedazo de noche tibia, en México, por el vate contemporáneo francés Yves Bonnefoy: “la poesía es el fundamento de la vida en sociedad”.
II
A los caldenses les fascinó la cultura francesa desde que los legados de la ruta colonizadora del norte de la región, hicieron posible la consolidación de un centro próspero para el comercio, la educación, el trabajo y la sublimación religiosa.
Que los manizalitas de bien sintieran fervor desbocado por el latín y el griego antiguo, y que a su vez, la literatura y la poesía europea, pero sobre todo francesa, se entronizara en el cuerpo social de la ciudad y la provincia, en medio de la lucha aun inacabada en Colombia, entre la civilización y la barbarie, no es propiamente un milagro de los santos, tantas veces venerados por fieles pecaminosos y encomenderos de la palabra divina. El asunto venía de atrás, en las entrañas mismas de esa búsqueda fundacional de pueblos que involucró hombres rudos y también espirituales.
III
En algún pasaje, Charles Baudelaire dejó dicho que “ningún crítico llegará a ser poeta, pero todo poeta esconde a un crítico”. No es fácil entonces este encargo de prologar textos selectos cuando se carece al menos de una de las dos virtudes. O de ambas. Crítico o poeta.
Dos hechos, aunque separados por la geografía y el tiempo, justifican mi relación con esta retrospectiva poética de Jaime Ramírez Rojas y en general con su vida y obra.
Una tarde triste del pasado, en la capital caldense, mientras Ramírez Rojas, paseaba con expresiva fruición algunos de los poemas que hacen parte de esta selección y que hacíamos públicos en letras de molde del suplemento Papel de Oficio, puso en mis manos un tomo de las obras de Zane Grey, autor de novelas del oeste. Y en la narrativa de El paso del sol poniente, casi desde la primera página, me fui llenando de hermosos retratos descritos por Grey, en los que discurre la travesía de un vaquero cabalgando en la tarde noche, el sol rojo hundiéndose en la espesa montaña y los bosquecillos de salvia aliviando con frescura el camino de fatigas. La emoción de la lectura terminó por alejarme de mis pesadumbres.
En años más cercanos, fui a visitar a un arquitecto y pintor antioqueño, Juan Bernal, radicado en Nueva Jersey, Estados Unidos. Frente a la ventana de su estudio, en Union City, se mira a Nueva York y también el reposo amigable del río Hudson.
Bernal quiso apropiarse de la silueta maciza de Nueva York con la complicidad del sol rojo del verano, que baña la bahía del Bajo Manhattan mientras múltiples brumas blancas sincronizan un paseo en el cielo. Quería a la luz como su personaje principal en el lienzo. Y lo consiguió.
Otra luz plasmada en un cuadro recién terminado, traspasaba los agujeros naturales de las hojas, en los follajes de una planta llamada balazos.
Entonces, después de la contemplación y la mirada larga a su obra, el artista me preguntó si sentía algo.
-“!Emoción!-le dije- ¡mucha emoción!.
- Si hay emoción, hay arte y poesía, comentó con la evidencia indisimulada de un aire vertiginoso que sube del estómago hasta inflar el pecho.
En ambos momentos, no tengo dudas, lo que cambió mi semblante adusto fue ese poder explícito de la poesía, que a veces no llegamos a distinguir, aturdidos por el aburrimiento.
IV

Escasos dos años atrás, los españoles se preguntaron de qué les sirve la poesía a los poetas.
Hubo muchas respuestas de bardos, claro está, en primer término, y diletantes y profanos, seguidamente, pero especialmente traigo dos a colación: “luchar contra el olvido” y “encontrarse con el ser humano”.
Pudiera decirse que hasta aquí las alusiones son apenas rodeos y no alcanzan el objetivo de desmenuzar críticamente los versos del autor, hijo de fecundos territorios poéticos.
No. Hay que decir también, en estos importantes asuntos de ´a quién le sirve la poesía´, que a Jaime Ramírez Rojas, un fascinante profesor de humanidades y consumidor extremista de la literatura universal, con énfasis, desde luego en la influyente literatura francesa, la poesía le sirvió en principio para cambiar las aulas de clases por las rondas literarias en los cafés citadinos de la capital caldense, y a tejer lazos de utopías en largas jornadas de bohemia. Y un poco después, en tiempos de fraudes electorales en Colombia, levantamientos armados y revoluciones estudiantiles por todo el mundo, le sirvió como excusa para saltar a la plaza pública en pose de tribuno de gestas políticas, populistas o liberales, que brotaron de sus genes, en medio del apaciguamiento de la violencia liberal conservadora, que más de una década atrás, cuando Jaime Ramírez soltó su primer discurso incendiario y poético, se convino en los pactos del llamado Frente Nacional.
La política lo cooptó. No fue ni siquiera una sustracción, se trató de un secuestro, disfrazado de reclutamiento convenido que la víctima decidió mitigar desarrollando con maestría y admiración las dotes de orador.
Encendía gritos de fidelidad colectivos cuando empleaba el verbo pulido del poeta en las correrías políticas organizadas para enlazar votos, y embelesaba a los presentes, cuando desde esos escenarios propiciados por el entusiasmo de las banderías y las agitaciones electorales, otra vez se escapaba el poeta y surgían metáforas que arrancaban vivas y fervores, aunque en algunas ocasiones las audiencias no entendieran lo dicho.
Entonces y solo entonces, en el reposo del guerrero, la evasión de la noche, el amanecer cómplice, la desnuda compañía del amor, la soledad de las rupturas; en el perfume de la piel que regresa inesperado en el recuerdo, en la necesidad de sujetar con gestos de ternura los rastros dispersos de la sangre, en el desencanto, y en ese íntimo y sagrado escondite que fue cavando en secreto a lo largo de su voluntario secuestro, iba desgranando los versos, y con mejor suerte, a unos pocos los ilustraba con pincel propio, amén de su vocación y gusto por el arte pictórico.
V
De los versos lejanos, algunos sonetos, a mi parecer, fueron decantados por la crítica local, hace buen rato, es cierto, lo que no los invalida, a pesar de hoy, de los lenguajes cambiados, las frases entrecortadas, las nuevas autopistas de la comunicación, y las lecturas y tiempos rápidos.
Y de los versos recientes, aunque más reposados, se niegan a ignorar el origen que los fecunda.
Que sean viejos o nuevos, los versos siempre responderán a fuentes que los inspiran y a un estilo.
El poeta crítico venezolano Eugenio Montejo, anticipándose al tono de este debate actual de si la poesía tiene sentido, en un conjunto de eruditas elucubraciones, por allá en 1987, concluyó que la poesía no enuncia, ni describe, la poesía es.
Y expuso que la gloria deseable para un poeta ya no sería la fama sino esa vivencia de la angustia y la ansiedad, el honor y el placer de haber escrito, de haber sido capaz del poema.
De manera que Ramírez Rojas, es intimista, y punto, acaso porque el secuestro de su alma poética por arbitrios de la política, lo empujó en el refugio a regodearse en este estilo, a pintar goces sublimes de amores precisos, unos, y eternos otros, a ungir diosas y a consagrar su propia visión de la mujer.
A idealizar con la fuerza poderosa de la palabra, placeres y dolores, dejos melancólicos enaltecidos en el acierto del verbo, en el uso musical del adjetivo, y en la inspiración de esa belleza instigadora, que excita los sentidos sin otra intención que ser capaz del poema.
Viejos o nuevos sonetos, versos sueltos, estrofas y tonadas, son parte de un poemario que le otorga sentido a esta obra, en mi caso, porque cumplen con la honra de rescatar el olvido con la vuelta de pasajes escondidos en la memoria de mi vida.
También porque nos ayudan a encontrar al ser humano a través de los dones del amor, paulatinamente perdido en el narcisismo supremo de las redes sociales, en la mediocridad de su social y humana utilidad, y porque, aquí y ahora, parecen un acto de resistencia que emplea armas nobles como el sonido de las palabras, el símil con rigor literario, el sueño de los deseos envuelto en la estructura del verso, la emoción y la utopía de amar en retratos desnudos bellamente codiciosos, y lo perdurable y aún lo etéreo, a cambio de la superficialidad del lenguaje, que privilegia un grotesco minimalismo y está provocando una peligrosa tendencia a la robotización de las emociones humanas.
La aberración de la crítica, queda a los críticos, y la poesía al poeta.

Jorge Iván Mora
Ciudad de Panamá
Febrero de 2015

¿Cómo citar este libro?

CITA (APA)

(Ramírez, 2016)

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA (APA)

Ramírez Rojas, J. (2016). Cuando el amor desnuda las palabras. Manizales, Colombia: Ramírez Rojas, Jaime

¿Dónde y cuándo fue publicado el libro Cuando el amor desnuda las palabras?

Este libro ha sido publicado en Colombia, en Manizales, Caldas. Esta obra ha sido publicada en el año 2016.

Código de Barras de '.9789584693334.'
Prefijo Grupo
978-958
Prefijo Editorial
978-958-46
Capacidad
10.000
Utilizado
9.995
99%
Registrante
Edición del Autor
URL
n/d
Dirección
Manizales, Caldas - Colombia

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