Sinopse
El 4 de febrero de 2019, el Papa Francisco firmó un documento titulado "La Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común" junto con el Gran Imán de la Universidad Al-Azhar de El Cairo. El documento sobre la fraternidad humana se ha convertido en una declaración firme sobre el contexto actual de las relaciones con el Islam.
Efectivamente, uno de los momentos más reseñados y probablemente con más consecuencias a largo plazo del viaje apostólico a Emiratos Árabes Unidos lo constituye la firma de este documento. Tanto el Prefacio como el cuerpo del documento no dejan lugar a dudas: la fe lleva al creyente a ver en el otro a un hermano que debe sostener y amar. No hay excusas. La ideología no sustituye a la fe, aunque pretenda instrumentalizarla. No hay tampoco una fe huidiza de la realidad del mundo, ni del hombre. Es una fe que sostiene y da sentido a todo.
Como el mismo texto recoge, se ha pensado con sinceridad y seriedad. Es decir, no se trata de un gesto buenista de cara a la galería. De un brindis al sol. Es una guía para que las nuevas generaciones trabajen juntas desde una cultura de la paz. Y esto es una mirada profunda hacia la lógica de Dios. Porque, como cristianos, nuestra labor no es pensar qué hizo el otro. Ni juzgar si lo hizo bien o mal. Nuestro centro debe ser la mirada en Cristo y al prójimo desde Él.
El documento incorpora, desde una perspectiva renovada, todos los documentos internacionales precedentes que subrayaron la importancia de las religiones en la construcción de la paz mundial. Y es que la creencia no puede seguir arrinconada o estigmatizada. No es un obstáculo a la construcción del bien común. Ni la causa que alimenta la violencia. Es, en todo caso, el único camino para despertar del sinsentido materialista. Para despertar la libertad, la justicia y la caridad. Para defender la fuerza de la ley y no la ley de la fuerza.
Entre creyentes, el diálogo no divide. Al contrario, multiplica las posibilidades en un espacio de valores sociales, espirituales y sociales auténticos compartidos. Pero esto no significa renunciar a propia identidad. Ni tampoco ocultar que existen discrepancias. Pero, sobre todo, significa evitar discusiones inútiles. Si se quiere trabajar en serio, no hay tiempo que perder. Y en este punto, el documento es muy claro.
Desde muchos puntos de vista, el documento es práctico y realista. Porque ha llegado un punto en que el diálogo interreligioso se había convertido entre muchos en una batalla de ideas, en un concurso retórico del quien puede más, mejor y más rápido.